LOS OJOS DEL ARTISTA MIRAN E INVITAN A MIRAR
Manuel Marchant interviene con su mirada antiguos establecimientos fabriles hoy abandonados. El artista nos dice que su abandono atestigua los cambios económicos ocurridos con el advenimiento en Chile de la doctrina neoliberal. La apertura irrestricta al comercio internacional acabó entonces con buena parte de nuestra industria.Pero las manos de Marchant son tan o más decidoras que su voz. Su encierro de los espacios, sus colores, ese algo retorcido que agrega a su mirada, su encuadre de tanta cosa desusada destruyéndose en un caos, la falta de presencia humana, todo ello pesa sobre el ánimo del espectador. ¿Qué dolor querrá contagiarnos el artista?En mi caso la mirada de Marchant ha llevado a mirarme en el mall de mi barrio, allí donde encuentro miles de cosas en cientos de estanterías, allí donde, salvo el made in China al revés de algunas cosas, nada remite a los fabricantes de tanto producto. ¿Quiénes y cómo fabricaron esto y aquello? Pregunta sin sentido puesto que me basta comprar y consumir. Pareciera que el comercio actual tuviese la vara mágica para tornar invisible el trabajo de aquéllos que inventan, diseñan y producen nuestro consumo, dejando así de apreciar las cosas por lo que entrañan de creatividad humana.

¿Y cuánta vida infundo a mis cosas? El afán de crecer requiere del afán de consumir, las cosas se han vuelto así rápidamente desechables. Su uso es tan fugaz que no hay tiempo ya para impregnarlas de vida y tomarles algún afecto. Son más las cosas que boto que las que cuido. La desolación de las antiguas fábricas me ha hecho sensible a la deshumanización actual de las cosas. La mirada de Manuel Marchant me ha llevado a desear que mis cosas entrañen apego, memoria, afectos y cuidado solidario para los trabajadores que me proveen con su esfuerzo.
Luis Barros Lezaeta
Sociólogo Universidad de París (Sorbonne)
Magister en Sociología FLACSO